domingo, 10 de marzo de 2013

Cierra los ojos.
Escucha.
Respira hondo.
Imagina.

     Recuerdo aquella sensación tan extraña.
     En una excursión por Doñana, me pidieron un voto de confianza. Vendándome los ojos, me pidieron que cruzara un largo puente guiándome por su firme mano.
     Me pidieron que en ese trayecto, respirara hondo y escuchara, para luego decirles qué pensaba que estaba oyendo.
Realmente fue una sensación extraña, pero muy agradable.
     Caminando lentamente, atravesando aquel viejo puente, oía agua moverse y caer en una  gran cascada. También oía multitud de pájaros cantando y volando entre las ramas de los árboles.
     Pese a estar algo tensa por no ver donde colocaba los pies en cada paso, notaba cierta libertad. Era estar lejos de todo el mundo, de cualquier preocupación. Era olvidarme de que estaba rodeada de mis compañeros, y disfrutar de aquel paraíso que tenía en mente.
     Era estar y no estar al mismo tiempo.

     Llegó el momento de quitarse la venda, y ver otra foto diferente.
     Diferente, pero igual de agradable.

     Estaba rodeada de un montón de árboles frondosos; y lo que yo creía que era agua, realmente era el viento que movía las hojas de aquellos árboles.

     Una experiencia bonita, un recuerdo agradable.

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