Destino imprevisto

Era de noche. Necesitaba llegar ya a casa, estaba tan cansada...

Iba caminando por aquellas callejuelas que me servían de atajo. Todo estaba en silencio, había alguna farola rota, otras en cambio parpadeaban, como si fueran a apagarse en cualquier momento.

Mientras caminaba miraba hacia abajo, intentando no imaginarme ninguna situación de desesperación ni de terror que consiguiera ponerme nerviosa en ese ambiente tan sombrío, cuando de repente lo oí: un grito de una mujer y algo... algo mucho peor.

Me paré en seco y me fijé en lo que había bajo mis pies... estaba en una especie de rendija, debajo de la cual se encontraba el garaje de los pisos de alrededor... y ahí estaba.

Ahí estaba, una mujer cubierta de sangre tirada sobre el suelo. Cerca suyo había otra persona, con una capucha negra, que no me dejaba ver su rostro.

Me quedé paralizada al ver aquella imagen. Mi respiración de golpe se cortó, y a mis piernas les costaban aguantar mi peso... estaba temblando...

Después de varios segundos, decidí dar un paso hacia delante, con cuidado, sin perder de vista al hombre sin rostro. Moví la pierna hacia delante, y antes de pisar, el hombre sin rostro miró hacia arriba. Del susto pegué un grito.

El hombre sin rostro echó a correr.

Al verlo, intenté escaparme por la callejuela más cercana. Corrí tanto como pude mientras mis lagrimas caían y mi respiración no se coordinaba. ¿Por qué me tiene que pasar esto?

Me sentía perdida entre las calles, como si estuviese en un laberinto... no sabía a dónde podía ir para estar segura, para que no me encontrase. Si iba a casa directamente a lo mejor me seguía... no había tiempo para pararse a pensar... así que seguí corriendo sin saber mi destino.

Cuando estaba agotada me refugié en una calle cortada. Pensé que ya estaba a salvo. No le habría dado tiempo a salir de aquel garaje y encontrarme en aquel lugar.

Respiré hondo para calmarme un poco. Me senté en el suelo, y me eché a llorar en silencio con la cabeza apoyada en las rodillas.